CHADWICK Y MONTES: dos caras y prospecciones críticas.
La reaparición de Andrés Chadwick, ex ministro del interior del actual gobierno y figura relevante en el partido duro del orden dentro del oficialismo, la UDI, ocupa hoy un amplio espacio en un medio de prensa nacional para referirse a varios temas, entre ellos, los relativos al próximo plebiscito del 25 de octubre.

En tal caso, el ex ministro apuesta a la idea de "un compromiso de modernización, reformas o ajustes" de la actual constitución por los cauces institucionales actuales. Y la condición sine quanon de esta prospección es que se concuerde "con anticipación" una suerte de Plan B, entre oficialismo y oposición, a objeto de no tener que andar improvisando a última hora. El resultado de esta hipótesis es la desmovilización del país, con el argumento de que "estamos caminando sobre fuego".
Para Chadwick el plebiscito, ahora en octubre, es "una papa caliente" y esto representa un "problema práctico y no ideológico". Por lo mismo, entonces, la idea de un Plan B, concordado con la oposición lo entiende como algo necesario, además, porque -en su concepto- "todos saben que esta situación es posible".
En lo fundamental, Montes no cree que el dilema de hoy, de las oposiciones sea confrontar o colaborar con el gobierno. Se puede actuar de manera constructiva, señala, "sin ser mudos" y reconocer que el gobierno también requiere hacer frente a los problemas con acuerdos.
Pero la oposición, en el análisis de Montes, no tiene hoy un proyecto definido. Comete errores graves como el numerito de la elección de mesa en la Cámara y sus opiniones en general son dispersas. Todo esto, señala, tendrá efectos en el plebiscito.
En otro medio, el ex ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre participa de este entorno de opiniones para indicar que, a su juicio, "hay más conflictos en el gobierno que en la oposición". Y a diferencia de opiniones más críticas indica que "en la oposición sí ha habido propuestas" en esta crisis actual y consultado por el periodista respecto de datos comparativos a nivel de jefes de Estado dice que "Piñera se parece más a Trump" en sus actos e ideas y que "Bachelet estaría más próxima al perfil de Merkel" si ella fuese la presidenta de Chile. Por cierto, advierte, que en la magnitud de esta crisis sanitaria y de sus efectos sociales nadie puede asegurar eficiencia absoluta y que igualmente se cometerían errores, pero que en nuestro caso, es dable pensar que si en la presidencia estuviese Bachelet las decisiones se podrían haber enfocado distinto. El punto es que Michelle no es presidenta de Chile hoy.
COMENTARIO
Estas tres referencias periodísticas de hoy (sab25abril) no pasarán de largo y atraen la atención inmediata de las élites políticas y de todo tipo de analistas. De hecho, el presidente del PPD, el ex Canciller Heraldo Muñoz ha sido el primero en salir a cuestionar la idea de Chadwick, de un "Plan B" ¿Porqué? Porque en cierto modo forman un trazado de algo que viene y que la derecha propicia. La derecha organiza una puesta de escena con Chadwick en un Foro abierto con empresarios en Libertad y Desarrollo en donde expone más ampliamente su "mirada de futuro" y, a continuación, la prensa escrita le abre inmediata cobertura nacional. Por su lado, en otro medio de prensa igualmente conservador, se abre espacio al Senador Montes. Y entonces, en ambos medios escritos, se desarrolla una suerte de "tribuna" de hipótesis que tienen como objeto "ordenar" y orientar una línea de pensamiento.
El llamado de Chadwick es a "repensar" lo que para él es obvio en cuanto a modificar el plebiscito, pero modificarlo de verdad, sin plebiscito y es seguro que esta idea ya cuenta con el pase estratégico del gobierno y con alguna garantía de ciertos sectores de oposición (influencers, principalmente) que coincidan en el tema de fondo. Montes, por su lado, advierte que los "errores de la oposición" comienzan a comprometer al plebiscito mismo y llama a que, al menos, se configure una "vocería común" de las actuales oposiciones "dispersas y sin relato".
Eyzaguirre pone otro grano de arena: la oposición ha aportado ideas en esta crisis, tiene menos conflictos que en el oficialismo y si nosotros (la centro-izquierda) fuésemos gobierno hoy, estaríamos más cerca del tipo de decisiones adoptadas por Merkel en Alemania y distanciados, por cierto, del señor Trump. En cualquier caso, como señala, ante la eventualidad de un re-brote de la pandemia a futuro, en las actuales circunstancias él sería más conservador en el gasto público hoy, probablemente, para tener más caja ante ese eventual rebrote.
Las ideas y prácticas de la oposición.
En las oposiciones ha habido una cierta forma de colaboración constructiva y no muda (en el decir de Montes) respecto de cómo enfrentar la crisis. El punto complejo para la centro-izquierda es que hoy cuenta con luces importantes pero está impotente para influir de verdad con las mejores medidas posibles por un hecho singularmente fácil de distinguir: no somos gobierno. Las decisiones las toman otros. Entonces, por muy constructiva y laboriosa que sean hoy nuestras ideas y seguramente mejores en diversos aspectos, es el actual gobierno el que las puede implementar, si quiere, pero no siempre será así porque el régimen -como sería natural en cualquier gobierno- trata de compensar en esta crisis, la derrota cultural y social inflingida por el estallido social de octubre y movilizaciones siguientes. Y las medidas adoptados, en medio de la emergencia, (cuarentenas, toques de queda, aislamiento y distanciamiento social, ninguna reunión esencial, etc) le brindan un poderoso y potente respiro político para reordenarse en medio de la pandemia y, de paso, reordenar sus fuerzas y enfrentar la crisis con los mecanismos que el Estado le confiere. Esto explica en parte que el presidente y el gobierno que estaban prácticamente a ras del suelo en credibilidad y confianza pública, estén recuperando de manera sostenida un porcentaje de respaldos.
En este contexto es efectivo, como señala Montes, que la oposición (varias, en realidad) enfrenta una encrucijada histórica y es altamente probable que sus liderazgos actuales no la perciban, o lo que es peor, dándose cuenta de ello, pretendan sacar ventajas políticas. Aquello no sucederá, porque los partidos políticos y bloques específicos que puedan jugar un rol constructivo y cuenten con un relato social y cultural de futuro y emerjan liderazgos convincentes pueden adquirir una atención mayor de la ciudadanía. Esto no es claro hoy y el riesgo aparece si mañana, las oposiciones no convergen en algún modelo de consensos estratégicos. En tal evento la ciudadanía buscará otros canales, como cuando la fuerza de un río choca contra una pared y se dispersa por los costados sin mayor control.
Los miedos del futuro
La sociedad chilena hoy, en sintonía con el resto del planeta, observa con desconcierto y temor lo que acontece. Una pandemia pone de rodillas a los Estados, los gobiernos, las empresas, la convivencia social. Genera crisis sanitaria, con contagios y muertes a granel. La OMS ha dicho que hay enfermedades que matan a muchos más miles de personas: alcoholismo, tabaquismo, diabetes, otros virus, etc. Pero las sociedades no se desarticulan y aislan tan dramáticamente, poniendo en evidencia -además- lo mejor y lo peor de la especie humana.
Personas que hasta ayer eran "normales", una vez adquirido el virus C19, al poco tiempo y en menos de lo que canta un gallo, mueren y ni siquiera alcanzan a ser enterrados dignamente por sus familias y seres queridos y amigos. Esta fragilidad conmueve los cimientos. Y ningún relato político es capaz de dar cuenta de ésto porque sus causas y efectos escapan de sus dominios y nadie se salva: reyes, príncipes, gobernantes (Johnson, el premier de Inglaterra casi muere), artistas de fama mundial, escritores, personalidades refulgente de la sociedad capitalista moderna, caen bajo la fuerza del C19 y simplemente mueren.
El mensaje que esto deja para el resto de las sociedades es ¿Si esto acontece con esta gente, supuestamente la más protegida, qué me espera a mí y mi familia?.
Para estos miedos no hay relatos políticos. Entonces, es natural que la ciudadanía vuelque sus escasas confianzas a quienes les gobiernan. Esperan la ayuda -cualquiera- que les permita sobrevivir y si ven una oposición enrarecida, con voceros y líderes que no convencen y que además critican o que sus ideas no son escuchadas, esa ciudadanía sólo pondrá su confianza en la magia de la religión, a la que nunca se aferraron en tiempos de bonanza, y en las autoridades, no importa cuáles sean y porqué están ahí, que les brinden alguna ayuda, un remedio, un bono, un alivio, etc para no morir tan indignamente, abandonados, solos, aislados, sin poder respirar y finalmente y muy a su pesar, muriendo indefectiblemente. Al día siguiente serán un número en la estadística de los voceros de gobierno: 12.000, 8.000, 550, 160....según el país de que se trate.
Aún así, las sociedades perviven. No hay catástrofe en la historia de la humanidad (salvo el diluvio bíblico, según las narraciones de época) en que una civilización, una sociedad o una cultura hayan sido totalmente aniquiladas ni por las guerras ni por las pandemias. En la Edad Media los muertos por la peste sumaban por miles en las sucias calles y rincones de las ciudades. Caían todos: reyes, barones, plebe. En otros conflictos, las guerras mismas, a pesar de su potencia destructora, igualmente dejó miles de sobrevivientes. Ninguna crisis financiera desde 1929, a pesar de su sello apocalíptico, destruyó naciones ni Estados.
El tema es cómo se reconfigura el retorno. El capitalismo superó, con dificultades y todo, su predominio luego de cada crisis planetaria. Las sociedades se levantaron de las guerras, y las pandemias anteriores, tuberculosis, influenza y muchas otras pasaron a ser parte del estatus quo ahora frenadas por las vacunas, antibióticos y diversos otros tratamientos normales.
En algunos años más enfermarse de la versión actual del corona virus (Covid19) será como un resfriado y las vacunas estarán disponibles en todo el mercado y farmacias y hospitales. Hoy no. Enfermarse es iniciar un tránsito oscuro e incierto hacia la muerte u, ojalá, a la recuperación y salir de la pesadilla.
Chile, entonces, volverá a la normalidad. Y como dice Serrat "Vovlerá el señor cura a sus misas y el rico a sus riquezas" y así será, relativamente, como siempre.
En ese caso la prospectiva de la oposición hoy (y de sus variadas versiones de ser oposición) tiene una debilidad, y es que no estamos hablando de ciertas necesarias esperanzas que sean percibidas como concretas. Decirle a la gente: "Mire, ante la eventualidad de un rebrote a futuro, yo prefiero hoy gastar menos", éso no hace sentido con un país atemorizado. Por mucho que esto suene a una argumentación razonable, la ciudadanía -como en la vida cotidiana ante una emergencia extrema- sabe que hay que sacrificar al máximo todo lo que esté a la mano y que después se repondrá. Esto es como en un incendio y en general, la gente más golpeade responderá con un sentimiento trágico pero realista: "Hemos perdido todo, pero al menos estamos con vida. Lo material se repone después". El Estado nunca dejará de estar presente con respuestas concretas. Siempre tendrá recursos con los que aferrarse. Precaver que hoy tenemos que gastar lo justo y necesario en las emergencias es un punto discutible en un país con un alto estándar de desarrollo. Los Estados, en todo tipo de catástrofe, son una reserva fundamental y su tarea es brindar respuestas. Además, y digámoslo con cierta franqueza, los Estados nunca mueren definitivamente. Las personas si.*
Domingo Namuncura
Para Chadwick el plebiscito, ahora en octubre, es "una papa caliente" y esto representa un "problema práctico y no ideológico". Por lo mismo, entonces, la idea de un Plan B, concordado con la oposición lo entiende como algo necesario, además, porque -en su concepto- "todos saben que esta situación es posible".
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foto el mostrador |
En otro medio de prensa escrito, el Senador Carlos Montes, que anunció su retiro del escenario político activo luego de 31 años de carrera legislativa y figura relevante del Partido Socialista, pasa revista a la oposición, y su fotografía de aquello, siendo realista, se percibe abrumadora.
En lo fundamental, Montes no cree que el dilema de hoy, de las oposiciones sea confrontar o colaborar con el gobierno. Se puede actuar de manera constructiva, señala, "sin ser mudos" y reconocer que el gobierno también requiere hacer frente a los problemas con acuerdos.
Pero la oposición, en el análisis de Montes, no tiene hoy un proyecto definido. Comete errores graves como el numerito de la elección de mesa en la Cámara y sus opiniones en general son dispersas. Todo esto, señala, tendrá efectos en el plebiscito.
En otro medio, el ex ministro de Hacienda, Nicolás Eyzaguirre participa de este entorno de opiniones para indicar que, a su juicio, "hay más conflictos en el gobierno que en la oposición". Y a diferencia de opiniones más críticas indica que "en la oposición sí ha habido propuestas" en esta crisis actual y consultado por el periodista respecto de datos comparativos a nivel de jefes de Estado dice que "Piñera se parece más a Trump" en sus actos e ideas y que "Bachelet estaría más próxima al perfil de Merkel" si ella fuese la presidenta de Chile. Por cierto, advierte, que en la magnitud de esta crisis sanitaria y de sus efectos sociales nadie puede asegurar eficiencia absoluta y que igualmente se cometerían errores, pero que en nuestro caso, es dable pensar que si en la presidencia estuviese Bachelet las decisiones se podrían haber enfocado distinto. El punto es que Michelle no es presidenta de Chile hoy.
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Y un dato interesante. Eyzaguirre, consultado en la entrevista en cómo actuaría en esta crisis y considerando el "dinamismo" del ministro de salud y de sus equipos, él sería "mucho más conservador" en lo que a gastos del Estado se requiere, para prevenir cómo responder a un segundo período de brotes. Es una mirada de precaución.
COMENTARIO
Estas tres referencias periodísticas de hoy (sab25abril) no pasarán de largo y atraen la atención inmediata de las élites políticas y de todo tipo de analistas. De hecho, el presidente del PPD, el ex Canciller Heraldo Muñoz ha sido el primero en salir a cuestionar la idea de Chadwick, de un "Plan B" ¿Porqué? Porque en cierto modo forman un trazado de algo que viene y que la derecha propicia. La derecha organiza una puesta de escena con Chadwick en un Foro abierto con empresarios en Libertad y Desarrollo en donde expone más ampliamente su "mirada de futuro" y, a continuación, la prensa escrita le abre inmediata cobertura nacional. Por su lado, en otro medio de prensa igualmente conservador, se abre espacio al Senador Montes. Y entonces, en ambos medios escritos, se desarrolla una suerte de "tribuna" de hipótesis que tienen como objeto "ordenar" y orientar una línea de pensamiento.
El llamado de Chadwick es a "repensar" lo que para él es obvio en cuanto a modificar el plebiscito, pero modificarlo de verdad, sin plebiscito y es seguro que esta idea ya cuenta con el pase estratégico del gobierno y con alguna garantía de ciertos sectores de oposición (influencers, principalmente) que coincidan en el tema de fondo. Montes, por su lado, advierte que los "errores de la oposición" comienzan a comprometer al plebiscito mismo y llama a que, al menos, se configure una "vocería común" de las actuales oposiciones "dispersas y sin relato".
Eyzaguirre pone otro grano de arena: la oposición ha aportado ideas en esta crisis, tiene menos conflictos que en el oficialismo y si nosotros (la centro-izquierda) fuésemos gobierno hoy, estaríamos más cerca del tipo de decisiones adoptadas por Merkel en Alemania y distanciados, por cierto, del señor Trump. En cualquier caso, como señala, ante la eventualidad de un re-brote de la pandemia a futuro, en las actuales circunstancias él sería más conservador en el gasto público hoy, probablemente, para tener más caja ante ese eventual rebrote.
Las ideas y prácticas de la oposición.
En las oposiciones ha habido una cierta forma de colaboración constructiva y no muda (en el decir de Montes) respecto de cómo enfrentar la crisis. El punto complejo para la centro-izquierda es que hoy cuenta con luces importantes pero está impotente para influir de verdad con las mejores medidas posibles por un hecho singularmente fácil de distinguir: no somos gobierno. Las decisiones las toman otros. Entonces, por muy constructiva y laboriosa que sean hoy nuestras ideas y seguramente mejores en diversos aspectos, es el actual gobierno el que las puede implementar, si quiere, pero no siempre será así porque el régimen -como sería natural en cualquier gobierno- trata de compensar en esta crisis, la derrota cultural y social inflingida por el estallido social de octubre y movilizaciones siguientes. Y las medidas adoptados, en medio de la emergencia, (cuarentenas, toques de queda, aislamiento y distanciamiento social, ninguna reunión esencial, etc) le brindan un poderoso y potente respiro político para reordenarse en medio de la pandemia y, de paso, reordenar sus fuerzas y enfrentar la crisis con los mecanismos que el Estado le confiere. Esto explica en parte que el presidente y el gobierno que estaban prácticamente a ras del suelo en credibilidad y confianza pública, estén recuperando de manera sostenida un porcentaje de respaldos.
En este contexto es efectivo, como señala Montes, que la oposición (varias, en realidad) enfrenta una encrucijada histórica y es altamente probable que sus liderazgos actuales no la perciban, o lo que es peor, dándose cuenta de ello, pretendan sacar ventajas políticas. Aquello no sucederá, porque los partidos políticos y bloques específicos que puedan jugar un rol constructivo y cuenten con un relato social y cultural de futuro y emerjan liderazgos convincentes pueden adquirir una atención mayor de la ciudadanía. Esto no es claro hoy y el riesgo aparece si mañana, las oposiciones no convergen en algún modelo de consensos estratégicos. En tal evento la ciudadanía buscará otros canales, como cuando la fuerza de un río choca contra una pared y se dispersa por los costados sin mayor control.
Los miedos del futuro
La sociedad chilena hoy, en sintonía con el resto del planeta, observa con desconcierto y temor lo que acontece. Una pandemia pone de rodillas a los Estados, los gobiernos, las empresas, la convivencia social. Genera crisis sanitaria, con contagios y muertes a granel. La OMS ha dicho que hay enfermedades que matan a muchos más miles de personas: alcoholismo, tabaquismo, diabetes, otros virus, etc. Pero las sociedades no se desarticulan y aislan tan dramáticamente, poniendo en evidencia -además- lo mejor y lo peor de la especie humana.
Personas que hasta ayer eran "normales", una vez adquirido el virus C19, al poco tiempo y en menos de lo que canta un gallo, mueren y ni siquiera alcanzan a ser enterrados dignamente por sus familias y seres queridos y amigos. Esta fragilidad conmueve los cimientos. Y ningún relato político es capaz de dar cuenta de ésto porque sus causas y efectos escapan de sus dominios y nadie se salva: reyes, príncipes, gobernantes (Johnson, el premier de Inglaterra casi muere), artistas de fama mundial, escritores, personalidades refulgente de la sociedad capitalista moderna, caen bajo la fuerza del C19 y simplemente mueren.
El mensaje que esto deja para el resto de las sociedades es ¿Si esto acontece con esta gente, supuestamente la más protegida, qué me espera a mí y mi familia?.
Para estos miedos no hay relatos políticos. Entonces, es natural que la ciudadanía vuelque sus escasas confianzas a quienes les gobiernan. Esperan la ayuda -cualquiera- que les permita sobrevivir y si ven una oposición enrarecida, con voceros y líderes que no convencen y que además critican o que sus ideas no son escuchadas, esa ciudadanía sólo pondrá su confianza en la magia de la religión, a la que nunca se aferraron en tiempos de bonanza, y en las autoridades, no importa cuáles sean y porqué están ahí, que les brinden alguna ayuda, un remedio, un bono, un alivio, etc para no morir tan indignamente, abandonados, solos, aislados, sin poder respirar y finalmente y muy a su pesar, muriendo indefectiblemente. Al día siguiente serán un número en la estadística de los voceros de gobierno: 12.000, 8.000, 550, 160....según el país de que se trate.
Aún así, las sociedades perviven. No hay catástrofe en la historia de la humanidad (salvo el diluvio bíblico, según las narraciones de época) en que una civilización, una sociedad o una cultura hayan sido totalmente aniquiladas ni por las guerras ni por las pandemias. En la Edad Media los muertos por la peste sumaban por miles en las sucias calles y rincones de las ciudades. Caían todos: reyes, barones, plebe. En otros conflictos, las guerras mismas, a pesar de su potencia destructora, igualmente dejó miles de sobrevivientes. Ninguna crisis financiera desde 1929, a pesar de su sello apocalíptico, destruyó naciones ni Estados.
El tema es cómo se reconfigura el retorno. El capitalismo superó, con dificultades y todo, su predominio luego de cada crisis planetaria. Las sociedades se levantaron de las guerras, y las pandemias anteriores, tuberculosis, influenza y muchas otras pasaron a ser parte del estatus quo ahora frenadas por las vacunas, antibióticos y diversos otros tratamientos normales.
En algunos años más enfermarse de la versión actual del corona virus (Covid19) será como un resfriado y las vacunas estarán disponibles en todo el mercado y farmacias y hospitales. Hoy no. Enfermarse es iniciar un tránsito oscuro e incierto hacia la muerte u, ojalá, a la recuperación y salir de la pesadilla.
Chile, entonces, volverá a la normalidad. Y como dice Serrat "Vovlerá el señor cura a sus misas y el rico a sus riquezas" y así será, relativamente, como siempre.
En ese caso la prospectiva de la oposición hoy (y de sus variadas versiones de ser oposición) tiene una debilidad, y es que no estamos hablando de ciertas necesarias esperanzas que sean percibidas como concretas. Decirle a la gente: "Mire, ante la eventualidad de un rebrote a futuro, yo prefiero hoy gastar menos", éso no hace sentido con un país atemorizado. Por mucho que esto suene a una argumentación razonable, la ciudadanía -como en la vida cotidiana ante una emergencia extrema- sabe que hay que sacrificar al máximo todo lo que esté a la mano y que después se repondrá. Esto es como en un incendio y en general, la gente más golpeade responderá con un sentimiento trágico pero realista: "Hemos perdido todo, pero al menos estamos con vida. Lo material se repone después". El Estado nunca dejará de estar presente con respuestas concretas. Siempre tendrá recursos con los que aferrarse. Precaver que hoy tenemos que gastar lo justo y necesario en las emergencias es un punto discutible en un país con un alto estándar de desarrollo. Los Estados, en todo tipo de catástrofe, son una reserva fundamental y su tarea es brindar respuestas. Además, y digámoslo con cierta franqueza, los Estados nunca mueren definitivamente. Las personas si.*
Domingo Namuncura
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